Tras conocer del concierto
de Scorpions en Barcelona para cierto día de agosto de 1986, mi hermano y un servidor decidimos ir
los dos juntos a ver ese concierto, un concierto en el que la banda presentaba
la mejor joya de toda su discografía, `World
Wide Live´.
Lo único malo es que no
teníamos ni un clavo para poder conseguirlo. Así que decidimos esperar hasta el
último día antes de preguntarlo en casa, más que nada, porque, lo que de verdad
íbamos a pedir no era el permiso, sino algo de dinero para poder acudir.
Haciéndolo así, pensábamos que, si nos decían que no, el sufrimiento tan sólo
duraría un día.
Y por fin llegó ese día, el
día que en el campo de fútbol
de Sant Andreu iban a actuar Scorpions y Michael
Schenker Group.
Sobre las 3 de la tarde nos decidimos a realizar nuestra consulta en casa, concretamente a
nuestra madre, la que nos respondió que fuésemos a decírselo a nuestro padre,
que en ese momento se encontraba comiendo en un restaurante del pueblo con un
par de “socios”. Y es lo que inmediatamente hicimos.
Cuando llegamos al
restaurante, efectivamente, allí estaba. Entonces le dije a mi hermano: "es el
momento de sacárselo, cuando está con gente siempre cede". Así que entramos muy
decididos a hacerle la pregunta del millón: "papá, nos vamos a Sabadell a ver Scorpions", le dije, "lo
único que pasa es que no tenemos ni un duro. ¿Podrías echarnos un cable?, es
que ese concierto no nos lo podemos perder".
Los dos colegas que estaban
con él en la mesa comenzaron a reír mientras mi padre se aguantaba la risa
mirándonos de arriba abajo. "¿Cuánto necesitáis?", nos preguntó, y le dijimos lo
que costaba la entrada (2.200 pts. de la época más el viaje). Sacó 10.000… y
nos dijo: "¿con eso tendréis bastante no?". Cogimos ese billete enseguida sin
pensar más allá, diciendo: "sí, sí, seguro que tenemos bastante". Le dimos las
gracias con una sonrisa de oreja a oreja y nos marchamos a buscar el tren con
lo puesto.
Cuando llegamos a la
estación de Castellón nos dirigimos hacia el panel de horarios para
informarnos de las próximas salidas hacia la ciudad Condal. "¡Maldita sea!",
exclamé al ver que el siguiente convoy hacia Barcelona de tarifa baja no pasaba por allí
hasta las 6 de la tarde. Eran sobre las 4, y ni mi hermano ni yo estábamos
dispuestos a estar dos horas más esperando el tren, sabiendo además que si lo
hacíamos no llegaríamos a tiempo de ver el concierto. Así que decidimos comprar
el billete para un rápido, pero con la idea de pagar sólo el billete hasta
Tarragona y una vez allí coger un semidirecto hasta Barcelona.
Los dos billetes del rápido
nos costaron sobre 4.500 pts. (novatillos…), lo que nos dejó casi desplumados y
con el dinero justito para comprar la entrada del concierto. En cuanto llegó,
nos metimos en ese tren que nos transportó hasta Tarragona y luego cogimos el
otro por tan apenas 120 pts., el cual nos llevó hasta la estación de Sants.
Allí cogimos un taxi que nos
transportó por 825 pts., hasta el campo
de fútbol de Sant Andreu. En cuanto bajamos del taxi nos dimos cuenta de
que estaba actuando en ese momento M.S.G. y comenzamos a correr dirigiéndonos
hacia el estadio, pero justo segundos después, terminaba su actuación.
Enseguida llegamos a la
puerta del recinto donde se encontraban cientos de personas. Comenzamos a
buscar las taquillas hasta que dimos con ellas. Eran tres ventanillas abiertas
con luz en su interior, pero no había ni una sola persona comprando entradas.
No había cola. Quedamos parados a unos 5 metros de distancia buscándonos el
dinero por los bolsillos para comprarlas, y le dije a mi hermano: "nos queda
dinero para entrar, pero después sólo tendremos 1.000 pesetas para volver
mañana a casa y para poder comer o tomarnos algo hasta entonces; ¿qué hacemos,
entramos o no?, la opinión debe ser de los dos".
Tras pensarlo durante un par
de minutos (cosa que debíamos haber hecho antes de salir de casa), su respuesta
fue: "¡no entramos!". Justo en ese momento, se nos acerca un chico y nos
pregunta: "¿vais a entrar?"; le respondí: "eso estamos pensando". "Pues ni se
os ocurra comprar la entrada, ¿no veis que la calle está llena de gente y no
hay nadie en las taquillas?; dentro ya no cabe más gente, te siguen vendiendo
la entrada y luego no te dejan entrar, hay mucha gente así". Esas fueron sus
palabras. Ya teníamos claro desde donde íbamos a ver a Scorpions, o más bien… a
escuchar (si llegamos a comprar las entradas… ¡bufff!).
Así que nos quedamos por la
zona de entrada observando si era cierto que no dejaban entrar a la gente (que
lo fue) y por si teníamos alguna posibilidad de colarnos de algún modo. Pero
eso era imposible, había mucha policía y hasta dos Dóberman en la misma puerta.
La cosa no pintaba bien. La calle estaba a reventar de gente, y poco antes de
comenzar Scorpions,
la policía comenzó a despejarla poniendo sus porras a la vista y enviándonos a más de 30 m. de la entrada.
Y cuando menos te lo
esperas, suena una potentísima rascada de guitarra que anuncia el comienzo del
`World
Wide Live´ tal como comienza en su doble Long Play en vivo. Tras unos segundos con los
pelos como escarpias, la gente explotó, justo en ese instante, engañados,
estafados y humillados de verse en la calle con la entrada y sin poder hacer
nada. Se lió “la de San Quitín”.
La policía comenzó a cargar
fuertemente contra nosotros, logrando despejar todo alrededor del campo
enviándonos poco a poco hacia una avenida enorme para tenernos alejados del
recinto y evitar nuestras represalias después del timo de las entradas. Nos
fueron alejando del campo marcando su territorio y enviándonos cada vez más
lejos con disparos de botes de humo y pelotas de goma efectuados por los
antidisturbios, además de la incorporación de camiones de agua.
Desde esa distancia se
escuchaban perfectamente, uno detrás de otro, todos y cada uno de los temas que
se incluían en aquellos dos vinilos de Scorpions del '85. Sonaba atronador, limpio y
calcado a como suena en los discos. Pero nosotros estábamos más pendientes de
la policía que de otra cosa, ya que no paraban de disparar y de alejarnos más y
más. La gente se escondía por todas partes escabulléndose de las cargas
policiales. Y cuando digo en todas partes lo digo a conciencia, especialmente
cuando pensé en escondernos tumbados en el remolque de un camioncito que había
por allí, pero, al asomarme… ¡estaba a tope de peña! ja, ja, ja.
Así que, al final, nos
refugiamos en un portal mientras observábamos los movimientos de la poli. De
repente, un chaval coge un contenedor y lo empuja hasta el centro de la avenida
(que ya se encontraba mucho rato cerrada a la circulación) y lo intentó volcar.
Muchos nos dimos cuenta de esto y al ver que no podía volcarlo él solo,
decidimos ayudarlo, retirándonos a refugiarnos en cuanto cayó el contenedor al
suelo. Luego todos nos apartamos, pero ese chaval se quedó junto al contenedor,
se agachó e intentó encender la basura con un mechero, cosa que parecía ir
consiguiendo mientras más gente se animaba a volcar más y más contenedores,
hasta que dejaron la calle inundada.
Estuvimos en toma y daca con
la policía hasta que finalizó el concierto. Entonces la poli se fue retirando y
mi hermano y yo fuimos acercándonos hacia la puerta con intención de ver cómo
salía la gente del recinto. Y vaya que si salieron, realmente estuvo el recinto
a reventar, porque la marea humana que salía de allí era interminable.
Poco después nos encontramos
con “El Necus” (Martín), quien todavía no había abierto el ahora ya legendario Pub Manowar de Castellón, acompañado de un par de
conocidos más. Se dirigían a coger el coche para volver a casa y nos acercamos
a saludarlos. En ese momento fue cuando nos dieron la noticia de las próximas
actuaciones interesantes en Barcelona: Metallica (todavía entonces con Cliff Burton en sus filas) + Anthrax. Y por otro lado… Iron
Maiden + W.A.S.P. (ya sin Randy Piper desde hacía tan sólo unas pocas
semanas).
Estábamos en el mes de
septiembre, concretamente a día 3, y esos conciertos estaban previstos para
antes de finalizar el año. Justo 24 días después, Cliff Burton fallece en un desafortunado accidente
de autobús en Suecia. Metallica todavía no habían actuado en España
desde su formación como banda. Poco después, concretamente el 17 de Enero de
1987, Metallica + Metal
Church con David Wayne al frente, aterrizan por fin en España.
Luego de despedirnos de
nuestros colegas, y después de más de media hora por las inmediaciones del
recinto, decidimos marcharnos de nuevo hacia la estación de Sants, pero como no
teníamos prisa y aún era verano decidimos ir andando. No sé cuántos km. recorrimos
pero la caminata fue histórica, tanto, que a 500 metros de la estación tuve que
pedir un taxi porque la maldita irritación entre “mis partes” era insoportable
desde hacía ya varios kilómetros, muchos de los cuales había caminado como los
cangrejos.
Por fin llegamos y nos
pusimos a dormir, tapándonos los dos como pudimos con un chaleco vaquero y
sentados en una escalera esperando a que llegase la hora de apertura de la
estación. Cuando abrieron nos metimos dentro muertos de frío.
Horas más tarde, tras una
pequeña discusión por sacar el billete y perder el primer convoy, conseguimos
coger el de vuelta a casa. Lo que sucede es que en Sant Viçent de Calders (ya
en provincia de Tarragona) ese tren paraba y luego volvía a Barcelona; y nosotros nos
quedamos dormidos. Así que, paró el tren, se vació de gente y no sé cuánto
tiempo después desperté por casualidad, creo que por el silencio tan aplastante
que quedó en el vagón tras ser desalojado por los viajeros. Allí estábamos los
dos solos en una vía de retorno apartada de las más habituales. Si no
despertamos… ¡nos vuelven a llevar a Barcelona! J
Al día siguiente, ya en
casa, estábamos comiendo con toda la familia mientras daban las noticias. De
repente, hablan del concierto del día anterior en las noticias. Pero la noticia
no fue que habían actuado Scorpions en Barcelona,
la noticia fue sobre los disturbios durante el concierto de Scorpions en Barcelona.
Mientras daban varios datos
sobre los incidentes, me fijé en que, en la imagen que en esos momentos
mostraban, aparecía ese chaval intentando encender aquel contenedor que
habíamos volcado en la avenida, y exclamé emocionado: "¡mira, ese contenedor
es el que volcamos nosotros!, ja, ja, ja. Menuda "alegría" le di a mi padre.
No hay duda, fuimos de
pardillos y nos llovieron las novatadas, problemas e inconvenientes por todas
partes. Pura resignación.
Ayyy… ¡qué bonica es la juventud!
Como ya habréis podido
comprobar, una entrada de los
’80 que no os puedo mostrar
por lo acontecido, pero al menos os dejo un punto de vista algo diferente por vivir
el directo, en éste caso, desde la calle.