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Mis comienzos en la música... y el Metal

Desde muy joven siempre tuve una inclinación muy fuerte hacia la música. De muy niño escuchaba lo típico que a cualquier nano le puede gustar, aunque las cintas de cassette que mi padre llevaba en el coche para su propio disfrute eran para mí una fuente inmensa de placer, pero él lo desconocía, ya que yo era muy tímido para tararear las canciones en presencia de alguien.

Muchas veces me llevaba de acompañante cuando tenía que visitar a sus clientes fuera de nuestra población, y cuando llegábamos al destino me decía: - ale, espera un poquito que yo vengo enseguida -. Cerraba el seguro por dentro, me esperaba en el coche a que él cumpliera con su trabajo y mientras le cotilleaba la guantera de arriba a abajo para ver que música llevaba. Siempre encontraba algo que me gustaba, porque ya me conocía alguna carátula que otras veces le había visto en las manos mientras cambiaba de cinta en algún viaje.

A parte de la MC que nos había comprado de GabyFofóMiliki y Fofito, que entonces eran los reyes de la televisión infantil en España, llevaba otras cosas que yo iba descubriendo. Simon & GarfunkelABBALo más del año..., que era un recopilatorio donde conocí a The Sweet; James LastPaul Mauriat, etc…, todo me gustaba. A partir de entonces la música empezó a formar parte de mí notablemente.
En nuestra casa nunca habíamos tenido un equipo de música en condiciones y de lo único que disponíamos era de aquel cassette pequeño y viejo, que es donde mis padres nos ponían los cuentos para niños a mí y a mi hermano y que no podía ni arrastrar las cintas de 90 minutos porque se enganchaban en los cabezales. Al principio no le di mucha importancia al asunto, pero cuando se me enganchó una de mis favoritas (Boney M.) me pegó una bajada impresionante. ¡Que disgusto, Dios mío! , me había quedado sin mi cinta favorita; ¿y ahora qué?, ya no la escucharía nunca más porque era grabada ¡qué disgusto más grande!

Entonces tomé una decisión, tenía que decirles a mis padres que compraran un radio-cassette nuevo, lo cual me acongojaba nada más de pensarlo, ya que me esperaba la temida respuesta. Y así fue, un NO rotundo. Pero yo no me sentía feliz con esa decisión y durante algún tiempo estuve lanzando indirectas/directas cada vez que salía cualquier tema de conversación referente a la música, reivindicando la compra de un reproductor para el disfrute familiar.

Me llevé más de una bronca por mi insistencia, pero al final llegó la noticia: mi madre había comprado en una tienda del pueblo un tocadiscos con carga para cinco vinilos con reproducción automática; ufff, y encima... ¡5 discos de golpe!; pero acto seguido caí: ¡coño!, si no tenemos ni un "miserable" vinilo para escuchar, ¡todo son cintas! 

Al día siguiente compró unos Singles para poder escuchar algo. En cuanto los vimos comenzamos a colocar con desespero cinco de esos sencillos en el cargador. El primero y el mejor fue la banda sonora de `El puente sobre el río Kwai´, esos silbidos se me quedaron grabados en la cabeza para toda la vida. Era el primer vinilo que escuchaba en mi casa, y digo en mi casa porque ya había escuchado algunas veces, cuando mis padres nos llevaban a merendar al bar, los Singles que sonaban en esas máquinas tan peculiares que se utilizaban en aquellos tiempos en muchísimos locales de nuestro país, esas en las que introducías 1 duro (5 pesetas) y seleccionabas apretando un botón la canción que más te gustaba de un listado de unas 100 canciones escritas a mano y que podías leer a través del cristal de dichas máquinas. TequilaPablo AbrairaCamilo SestoPink FloydStatus Quo…, son algunos de los sencillos que se escuchaban en esas máquinas. Pero lo cierto es que no recuerdo haber puesto nunca una canción, ya que para mí, 1 duro, siempre iba destinado a la ranura de un Pinball que había en el bar.

De todas formas, mientras “machacaba” el Pinball (a veces me pasaba más de dos horas jugando con el duro), las canciones que seleccionaban en la máquina los clientes del bar llegaban igualmente a mis oídos. Había una canción que cuando sonaba me llenaba de emoción, pero a la hora de identificar quién era el intérprete, me quedaba con la intriga, ya que siempre estaba jugando al Pinball y además me daba mucha vergüenza el tener que preguntarle a los mayores; incluso a mi padre me daba vergüenza preguntarle, porque siempre estaba con sus amiguetes y yo era muy tímido a la hora de dirigirme a él mientras estaba en compañía.


Pues eso, que era cuestión de tiempo el que mi madre volviese a la tienda para cambiar el primer equipo por un compacto con tocadiscos, radio y cassette, que es lo que tocaba. Ésta vez... ¡síiii!


El equipo compacto

Cuando pasaron unos días de disfrute del excelentísimo compacto, a mi padre le vinieron a la cabeza unos Singles que se incluían dentro de cada uno de los tomos de una enciclopedia que trataba de la historia mundial año a año y que todavía ni él mismo había podido escuchar. En cada tomo había un Single que recopilaba, por una cara, las canciones más sonadas de ese año, y por la otra cara, las voces más relevantes. Vamos, que en el tiempo que utilizas para escuchar un tema, estaba recopilado todo lo mejor de ese año en cortes de unos quince segundos cada canción. Así que, cuando me ponía a escuchar uno de esos Singles, siempre me quedaba con las ganas de poder escuchar un tema completo. Toda una putada para mis oídos. 

Por otro lado no puedo quedarme sin mencionar, por lo curioso y “prehistórico” que es éste aparato, que también disponíamos de un magnetófono de esos que tienen dos ruedas de plástico que giran mientras pasa la cinta de la una a la otra, el cual yo utilizaba para grabar los festivales de Eurovisión. Hacía callar a todos para poder grabar en sonido ambiente con el micrófono pegado al altavoz de la tele. Todo un show.


El magnetófono

Así estuvimos unos cuantos meses, escuchando lo que había. Pronto me cansé de esos discos y comencé a utilizar la radio para buscar música, cosa que no había hecho hasta la fecha, puesto que tan sólo la utilizaba para escuchar el fútbol. Entonces comencé a descubrir cosas nuevas. La música Disco ya me sonaba porque era lo más habitual que se escuchaba por aquel entonces en cualquier sitio, aunque conocí grupos que no recordaba haber escuchado antes como Eruption o los Jackson Five. Luego llegó el Techno que me caló bastante y es la música que bailaba con mis amigos de la infancia en un local privado del que disponíamos y que utilizábamos para reunirnos: `El Club Six´. The Human League y Depeche Mode eran nuestros favoritos. Entonces todavía no teníamos la edad para entrar en una discoteca, pero nos empezaba a picar mucho el gusanillo de ir a alguna para poder bailar, y de paso, intentar buscar alguna chica para salir (la cosa ya empezaba a apretar).

Recuerdo que un día, al salir del colegio, fuimos varios amigos a un cumpleaños que nos había invitado una compañera de clase. Era una habitación bastante pequeña y allí había preparada una mesa llena de bocadillos y refrescos. Pero también había preparado un tocadiscos para poner música. Cuando lo vi se me hinchó el cuerpo de satisfacción, mucho más que con los bocadillos y los refrescos. En él sólo se pincharon singles, que como ya habréis apreciado, era el formato más utilizado en esos tiempos. Pero cuál fue mi sorpresa, cuando de repente comenzó a sonar aquella canción que había escuchado anteriormente en el bar al que iba con mis padres. Me lancé como un rayo a buscar la portada del disco y… ¡eran Status Quo!; por fin sabía quiénes eran esos que me emocionaban tanto al oírlos. `Whatever You Want´ era el tema que sonaba. Disfruté como nunca escuchándolo en compañía de mis compañeros de clase. Fue tal la emoción que sentí, que lo primero que me planteé fue decirle a mi padre que me comprase un LP de ellos cuanto antes; y eso hice, nada más llegar a casa se lo comenté pero… no hubo tal disco.

Fueron pasando los meses y cada día la música se metía más dentro de mí. En una parada que hicimos durante un viaje, recuerdo que insistí en que me comprasen una cinta que había visto en un expositor de una gasolinera mientras mi padre repostaba (yo creo que insistí por el título de la cinta). Se ve que pillé a mis padres en el sitio y el momento adecuados, porque al final me la compraron. Era el `Bon Voyage´ de la Orquesta Mondragón, y claro, como íbamos de viaje… se ve que lo clavé para convencerlos.

Al tiempo de esto, y cuando ya tenía la cinta de Mondragón más que oída, llegó la ocasión perfecta para conseguir el ansiado LP de los Quo. Mi padre era socio del Círculo de Lectores y cada tres meses le llegaba la revista para hacer el típico pedido, además era obligado hacer un pedido para mantenerse como socio. Él cogía la revista y empezaba a mirar hasta que se decidía por algo. Yo no sabía hasta entonces que en esa revista había discos, puesto que se denominaba Círculo de Lectores. Nunca la ojeaba precisamente por ese motivo, aunque la había visto en más de una ocasión por encima de la mesa del salón.

Pero ésta vez estaba situado junto a él mientras elegía lo que iba pedir, y observando cómo iba pasando las páginas, vi una portada de color azul con un cohete que salía del agua, y justo arriba ponía: STATUS QUO Just Supposin. - ¡WOWW, quieto ahí! a ver, a ver… ¡yo lo quiero papá, yo lo quiero! -, le dije con los ojos llorosos por el temor que tenía a que me dijese que no, y me respondió: - venga va, apunta ese código en esos cuadraditos -. ¡Buff…! , me faltaban dedos para apuntarlo; ¡que ilusión!, iba a tener un disco lleno de canciones de los Quo todas para mi disfrute. Estuve esperando ese pedido como si me fuesen a regalar una bicicleta nueva, ¡qué digo!, como si me fuesen a regalar un coche, yo creo que si me compran una bici no hubiese tenido tanta ilusión.

Tardó un par de semanas, pero al final llegó ese ansiado disco. Lo cogí como loco y me lancé a ponerlo inmediatamente en el tocadiscos. `What You´re Proposing´ fue la primera; ¡qué temazo!; no me lo creía. Pero también la segunda, la tercera, la cuarta… y todas las canciones eran espectaculares. Mis oídos hacían chispas. Una lástima, porque le tuve que darle un repaso rápido saltando la aguja con el dedo, porque íbamos a comer y no era el momento de poner música.

Después, a la hora de la merienda, me quedé sólo en casa. La primera vez que lo escuché completo me lo tragué  tres veces seguidas, agitándome como trastornado mientras cantaba y tocaba eufórico mi "guitarra virtual". Jamás me imaginé que un disco podía ser tan completo como lo que estaba escuchando. Luego, cuando volvió mi padre a casa, mis palabras fueron éstas mientras señalaba con el dedo el disco en cuestión: - papá, de estos tíos lo quiero todo -. A lo que él me respondió: - ah pues... ya te las arreglarás tú para comprártelos -. Y eso es lo que comencé a hacer, ya fuese porque los pedía para mi cumpleaños, por algunas pesetillas que me sacaba en trabajos puntuales, o porque me guardaba algún dinerito de lo que me sobraba de las pagas de los domingos, pero fui consiguiendo poco a poco el dinero suficiente como para comprarme otros LP´s de esa banda tan espectacular. Llegué a conseguir quince vinilos en pocos años. Pero durante ese periodo tan maravilloso de mi vida ocurrió algo excepcional que no tiene desperdicio.

En la época estival nos marchábamos a veranear a una casa de campo. Muchas veces íbamos a visitar a mi tía a otra casa de campo que era donde vivía y que se encontraba a escasos 3 Km de la nuestra. Un día, dirigiéndonos hacia su casa, mi padre me dijo: - ¿quieres probar a llevar el coche un poco? -; tímidamente le respondí: - vale, probaré a ver. Cuando ya estábamos en la puerta de entrada al recinto donde se encontraba la casa, paró el coche, se bajó y dio la vuelta al vehículo mientras me decía: - venga siéntate al volante -. Me senté y me dijo: - no te pongas nervioso, pon primera, luego segunda y entra muy despacito -; y eso hice: primera, segunda y muy despacito. Curva a la izquierda, otra a la derecha... y de inmediato el aparcamiento de frente y en batería. La primera curva la tomé despacito y muy bien. La segunda también, pero justo entonces vimos a mi tío que salía de la casa para recibirnos. Cuando me vio al volante comenzó a reír y, creo que por vergüenza, me puse muy nervioso. Acto seguido me dijo: - ¡frena ya! -, y yo en vez de frenar apretaba el acelerador. Mi padre que veía el coche ir cada vez más rápido, decía más exaltado: - ¡frena, frena! -, y justo cuando ya me colocaba entre medio de esos coches que había aparcados en batería, pisé el freno in extremis, quedándonos parados a un palmo de distancia de unos chopos que había justo delante para dar sombra al aparcamiento.

A mi padre se le había desencajado la cara en esos pocos metros y en cuanto el coche se paró, cruzó los brazos, y apoyándolos en el salpicadero, dejó caer su cabeza encima exclamando: - ¡uffffff! -, la levantó lentamente, y me dijo con voz casi temblorosa: - ¿por qué acelerabas? -, a lo que le respondí: - he visto al tío y me he puesto nervioso -. Entonces se bajó del coche resoplando, mientras mi tío se descojonaba de la risa de verle la cara tan pálida que se le había quedado. Yo me asusté y no quise bajar del coche porque me sentía mal del susto que se llevó mi padre, aparte de que no quería que mi tío se riese más de mí.

Me quedé sentado dentro durante más de dos horas, incluso haciendo caso omiso a las constantes llamadas de mi padre y mis tíos desde la terraza para que saliese, pero no hice caso. La primera hora no hice nada más que sentirme mal, pero durante la segunda hora se me fue pasando, y entonces me animé a poner la radio del coche mientras esperaba a que mi padre volviese para marcharnos. Comencé a sintonizar, y de repente, oigo una voz siniestra y muy rara. Me pasé de largo con el sintonizador, pero enseguida volví hacia atrás para ver qué era eso que había escuchado tan macabro. De golpe comenzó una música rápida con guitarras y una voz chillona muy notable. Y a continuación…, ¡menudo grito pegó ese tipo!, me quedé como petrificado, pero poniendo los cinco sentidos en lo que estaba oyendo mientras pensaba: - ¡esto es lo que me gusta a mí! -, esperando como un lince a que el locutor de la radio dijese el nombre del intérprete.

Cuando ya estaba terminando la canción, que me quedé anonadado durante aproximadamente cinco minutos, hasta que aparece la voz de ese locutor mientras bajaba el volumen de la música, y dice: - primer corte del nuevo LP de… ¡IRON MAIDEN!... ¡The Number Of The Beast! -. En ese preciso momento el Heavy Metal entró en mí como un torpedo, bueno, más bien fue como un supositorio que cuando entra… ya no sale, se funde dentro de uno mismo.

A partir de ese día todo era preguntar a la gente por ese tipo de música para que alguien me diese a conocer grupos de ese estilo; y entonces me di cuenta de algo que no me esperaba nunca: no encontraba a nadie que conociese a los Iron Maiden. Tan sólo conseguí encontrar a una persona cierto día cuando salíamos de clase, que me enseño una revista Discoplay donde aparecía ese disco de Maiden y muchos más de otros grupos, entre ellos el `Highway To Hell´ de los legendarios AC/DC con Bon Scott, aunque éste ya había fallecido en 1980.

Era el año 1982, los comienzos de una década que ha marcado la historia del Metal consolidándose como la década base del buen Metalero, más que nada, porque en los ´70, Deep PurpleLed ZeppelinUriah HeepDiamond HeadBlack SabbathAlice CooperJudas PriestWhitesnake o Kiss, entre otros, se dedicaban más a hacer Hard Rock que puro Heavy Metal, siempre excluyendo a los AC/DC, que en mí opinión, fueron los verdaderos padres del Heavy desde los ´70. Así comienza la era Metalera.

2 comentarios:

  1. Curioso e interesante texto. Me he entretenido un buen rato.

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  2. Sigue escribiendo Dan Brown, me divierto mucho leyendote, es como si lo estuviese viviendo yo tambien, jejeje, eres un crack amigo, aparte de una excelente persona.
    Un abrazo, Emi.

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