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lunes, 16 de enero de 2012

Nunca dejes un disco

Antiguamente, cuando alguien amaba verdaderamente la música, de vez en cuando se solía comprar algún que otro disco para añadir a su propia colección, eso siempre que pudiese permitírselo su trabajo (si se tenía) del cual se dependía para poder adquirir la cultura musical deseada por cada cual. 

No hablo de grandes ricos o pobres, sino de gente trabajadora y muy normalita que era lo que abundaba por aquellos tiempos en el país y que su ilusión, al cobrar el salario de cada mes, era la de poder pasar un buen rato en cualquier tienda buscando un nuevo disco para ampliar dicha colección, una costumbre que, tras el asentamiento de Internet en nuestras vidas y la proliferación tan descontrolada del pirateo musical, dejó de existir casi por completo.

En mi caso, comencé pidiendo algún disco a mis padres en ocasiones muy puntuales, como para regalo de cumpleaños, o me los compraba con los ahorrillos de mis pagas, ya que entonces todavía no tenía la edad legal para poder trabajar y poder conseguirlos por mis propios medios. 

Unos años más tarde comencé a trabajar y a partir de ese momento tuve la posibilidad de poder comprar al menos uno o dos discos al mes sin hacer ningún gasto excesivo ni desproporcionado. Así que comencé mi particular maratón buscando música Heavy-Rock.
Desde el principio, cada uno de los LP´s o MC´s que compraba pasaba a formar parte de mí como si de mi piel se tratase. Momentos y situaciones de mi vida quedarían en mí impregnados de ciertos temas, temas que todavía perduran y perdurarán para siempre en mí sentir. Así que, pronto comprendí lo que realmente significaba amar a cada uno de esos discos casi como a mi propio ser.

Granito a granito la colección se iba ampliando. Pero los amigos para pedirte prestado alguno de ellos también iban en aumento. Al principio vas dando largas, bien olvidándote intencionadamente de la petición, o bien despistando al solicitante con algo distinto que le hiciese olvidar el asunto. Luego, tus amigos van cogiendo más y más confianza en sus posibilidades y cada vez son más frecuentes e insistentes sus demandas. Hasta que llega un punto en el que decir NO parece que suena a egoísmo o incluso a mal amigo, y al final… acabas cediendo.
"Déjamelo que me lo grabo". Esa es la frase por excelencia, a la que tú respondes: "ya te lo grabo yo", y él te replica: "no, déjamelo que ya me lo grabo yo, tranqui" (y eso… cuando sabían de sobras que uno ha grabado cientos de MC´s a decenas de conocidos (al menos en mi caso). ¿Por qué será?. Entonces le comentas con una sensación como de estar bobo: "bueno, pues en cuanto lo tengas me lo devuelves ¿vale?". "La semana que viene te lo devuelvo, tranquilo"; es lo que te suelen responder. 

Y llega la semana que viene y preguntas: "¿ya lo tienes grabado?", a lo que te contestan: "todavía no he podido… bla, bla, bla", lo cual se traduce en… ¡ESPÉRATE SENTADO!, porque a partir de entonces recuperar ese tan amado disquito se convierte en toda una odisea. Después, sin ya ni siquiera preguntarle por la vergüenza ajena que te causa, van pasando las semanas viendo casi a diario a susodicha persona sin que tenga el menor atisbo de comentarte algo al respecto y cada vez se hace más “el sueco” cuando te vuelve a ver. 

Hasta que al final llega una situación incómoda para ti, pero muy poco para él, que conlleva a un momento en el que debes de hablar enserio con esa persona, porque el disco lleva ya más de un año en su poder sin ninguna intención de ser devuelto ni a corto, ni a medio, ni a largo plazo.

Por fin, y fruto de tu constante insistencia, llega el día que lo convences y te devuelve el disco (para no oírte más) con muy mala cara como si fueses tú el culpable de la situación y casi haciéndote sentir un egoísta impaciente. Pero es que encima… ¡el disco vuelve rayado!, lleno de deditos marcados en cada surco y con los cantos de la portada hechos polvo. Ya no te cuento si le dejas una MC. Eso si antes no te lo pierde dejándoselo a otro amiguito suyo sin tu conocimiento ni consentimiento, el cual se convertiría en el tercer y no último eslabón de la cadena.
Pero lo más sorprendente de todo esto, es que después de un año todavía no se haya grabado el disco; ¡que extraño! ¿no?, a ver si no pensaba en devolverlo…

Por aquel entonces, los buenos aficionados a la música se solían intercambiar los discos con el fin de grabarlos en MC y así poder disfrutar de más música con menos dinero. Con estos no había ningún problema, ya que cada coleccionista ama sus discos y siempre cuidará de los tuyos como si fuesen los suyos propios, más aún si tú tienes alguno suyo por intercambio.
Los otros no tan aficionados, pero que les gustaba también la música, eran los que se dedicaban a hacer ese tipo de peticiones de prestado, tal vez porque veían más barato y cómodo el pedir el disco antes que comprárselo o comprar otro para intercambiar (para qué gastarse un “clavo” si el colega de turno ya lo hace por mí).  

Así pues, con todo esto aprendemos que lo mejor es que, salvo por algún remirado intercambio puntual, NUNCA DEJES UN DISCO, hazlo por ti y por tu colección, así tendrás la opción de conservar bien tus discos… y a tus “amigos”.

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