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viernes, 23 de noviembre de 2012

A servir Metalmente

Corría el año 1986 cuando llegó a mi casa la temida carta de aviso para engancharme al año siguiente al servicio militar obligatorio. Varios meses después, tras un intento fallido de escaquearme, acabé en un pueblo de Valencia haciendo el correspondiente N.I.R. de instrucción (antiguamente llamado C.I.R.) para un mes más tarde terminar en otro cuartel de la capital esperando la asignación de destino. 

A cierta hora nos metieron en una sala grande donde nos juntamos más de doscientos “pollos” (dicho de otro modo, novatos). Allí permanecimos durante varias horas y estuvimos todos bastante nerviosos por esa larga espera en conocer nuestro destino.

Al principio pensaba que sería algo más rápido, pero el tiempo pasaba y pasaba sin más, hasta que se me ocurrió dibujar el logo de Metallica en el petate para paliar los nervios. Pero la espera fue tan larga que me dio tiempo a dibujarlo hasta con fondo en sombra y con unas dimensiones que recorrían el petate de punta a punta con letras de un palmo de altura.

Junto a mí estuvieron observando todo el tiempo un par de buenos colegas con los que hice mucha amistad durante el N.I.R., F. León y F. Pérez, ambos con distinto apellido pero con un mismo nombre. 

Fue soltar el bolígrafo, y como por arte de magia, aparece el mando correspondiente con un listado entre sus manos. 

Pronto nos sacaron de dudas y se asignó a los soldados entre los dos destinos posibles: Ribarroja (Valencia) o Chinchilla (Albacete), este último lugar de por sí “Heavy” de verdad. Sus desérticos paisajes, sus duras temperaturas y sus extraños y repentinos cambios de climatología hacen del lugar un sitio inhóspito, frío y solitario al tiempo que inquietante y misterioso.

"¡De la A a la L... a Ribarroja, y de la M a la Z… a Chinchilla!", eso es lo que dijo quien vino a pasar lista. Con que... me separaban de mi colega León, un tipo muy cachondo con el que compenetré perfectamente durante el mes de instrucción, pero me mantenían con mi colega Pérez, otro auténtico figura con el que amigué enseguida. 

El mando del listado nos informó de la hora de salida hacia cada destino y se marchó. León se quedó a cuadros y comenzó a llorar como un descosido en cuanto asimiló la noticia. Nunca había visto a un amigo llorar por mí, y menos a un amigo de tan sólo un mes, y menos aún, de esa forma; jamás. 

Me quedé atónito, e incluso me tocó consolarlo durante un buen rato porque su llanto no cesaba de ninguna de las maneras. De hecho, varios compañeros también intentaron calmarlo sin éxito. Todavía alucino cuando lo recuerdo. ¡Ahora que lo pienso!, se me asimila a esas despedidas del GH cuando alguien apreciado abandona la casa, lo que pasa que en este caso... es que lloró y la abandonó él. 

Su convoy partía el primero, así que la última imagen que tuve de él, es mirándome mientras permanecía de pié en la parte trasera de un camión militar. Se me quedó grabada en la retina para toda la vida. Tristemente me miraba mientras su faz se iba diluyendo a mi vista tal como se distanciaba el camión, hasta que este giró a la izquierda.

Luego seguimos escribiéndonos por correo ordinario durante todo el servicio. Entonces no existía Internet, ni los móviles, y el correo tardaba entre tres y cinco días en llegar al destino. Las cartas que le enviaba las escribía durante las guardias porque había tiempo suficiente para regocijarse en la escritura, tanto, que el remite lo adornaba con un enjambre de dibujos tenebrosos, rótulos Metaleros y frases puñeteras, que animaban el correo mucho antes de abrirlo. No dejaba hueco en blanco.

F. León
Al acabar el servicio militar dejamos de escribirnos, supongo que por la falta de aquellas horas de soledad durante las guardias donde se tenía mucho tiempo para pensar. Con los años le perdí la pista y él también perdió la mía. Si doy con él algún día, y todavía conserva aquellos remites repletos de mi tinta, el asunto merecerá un buen post. Yo sí tengo los suyos. Sería genial. 

Pero la vida quiso que, tras un buen disgusto, me quedase una buena alegría: el señor Pérez, un amigo excelente, un Heavy de palabras claras, pensamientos sanos y gestos admirables. Con él pasé el N.I.R. durmiendo en la misma litera y en la misma camareta. Así que conviví con él un año completo. Durante ese tiempo aprendimos muchas cosas el un del otro, en especial, cosas de nuestro verdadero interior y cosas sobre la música Metal.

Desde el N.I.R. siempre llevé mi radio-cassette tras de mí, con 40 o 50 MC´s de mi “artillería pesada” de aquel entonces que satisfacían nuestras ansias de Metal en multitud de ocasiones y las de más de uno. Él también traía de vez en cuando sus cintas grabadas para añadir a nuestra particular discoteca. En eso éramos los amos.

Momentos como el bailoteo con `Battery´ de Metallica a culo pelado sobre un periódico ardiendo, litros de cerveza engullidos en tiempos respetables, retenes y guardias nocturnas con temperaturas que cortaban el aliento o  esas salidas del cuartel que no tienen desperdicio, como la del día que dejamos sólo el camión cuba en la plaza de Chinchilla llenándose lentamente con un chorrito de agua que fluía de un grifo ubicado en una arqueta, todo mientras visitábamos un pub sito a tan sólo unos metros justo en la misma plaza en el que mi colega Pérez aprendió lo que es un `tequila rápido´, …o dos, …o tres J mientras lográbamos que rebosara la cuba a borbotones sin enterarnos. Esos fueron algunos de los momentos que nos unieron de por vida (sobre el tequila rápido hablaremos en otro post).

F. Pérez
En fin, que no se puede pedir algo más gratificante en el servicio militar que te toque un compañero Heavy justo encima de tu cama desde el primer día y que además sea alguien tan especial. 

Pero en este caso, hubiera pedido algo más por mantener mi conciencia limpia de tristezas: que León también hubiese podido convivir con nosotros durante todo ese tiempo para disfrutar con él de todas esas vivencias inolvidables. No se merecía aquel obligado distanciamiento, pero la vida así lo quiso. Cuántas veces me habré preguntado sobre tal desenlace. Por una letra…
En el cuartel también conocí a otros Metaleros con los que pude disfrutar de buenos momentos. “El Benicarló” era uno de ellos. Él era quien traía las cintas de VHS cargadas de video-clips históricos. 

Temas como `Blind In Texas´de los W.A.S.P., `Still Of The Night´ de Whitesnake, `Turbo Lover´de Judas Priest, o Girls, Girls, Girls de Mötley Crüe, son algunos de los que sonaban en los videoclips que decoraban asiduamente la pantalla de la cantina para el gustazo de unos pocos o incluso para alguno que no era de nuestra “tribu” y que ya comenzaba a apreciar el sonido de las guitarras de tanto oírlas. 

Lato, Sastre, Moscardó y “El Malagueño” también fueron compañías Metaleras que perduraron en mi mente. Este último muy peculiar. Un cocinero fanático de Ozzy con el que era imposible no reírse, sobre todo durante los espectáculos que casi siempre montaba en la cocina cuando se arrancaba con el cuchillo a trocear carne poniendo cara de loco, mientras cantaba temas de Mr. Osbourne simulando morderse la lengua como enfurecido. Todo un show el Sr. Malagueño.

También tuve la oportunidad de conocer a otros Heavies cuando venían los convoyes a cargar munición desde otros lugares de España. Entre ellos destacar al madrileño de Vicálvaro con el que entablé buenas conversaciones sobre discotecas de Madrid, donde me comentó que ya sonaban grupos como Celtic Frost y otros grupos Death de la época. No nos dio tiempo a mucho más.

O el sevillano al que, después de una divertida y extensa charla, le regalé una MC de Twisted Sister (`Come Out And Play´). Me las vi canutas para lograr entender de qué grupo me hablaba en cierto momento de la conversación. Se lo hice repetir seis o siete veces y cada vez me lo decía gritando más creyendo que así lo entendería mejor, y además me tarareaba algunos temas, pero yo seguía sin entenderlo por el acento andaluz tan cerrado que tenía. Hasta que por fin lo deduje; él les llamaba “Tuici Cizti” pero… tela, me meaba de risa. Me cayó fenomenal; por eso se la regalé.
  
JJ Piñón
Las guardias también estuvieron cargadas de Metal y bien cargadas, porque siempre me acompañaba mi “loro” con sus respectivas MC´s, el cual, conectado a la bombilla de la garita, te hacía olvidar la falta de pilas. Por cierto, no todos se atrevían a poner los dedos en los cables, pero más de uno se puso hasta calefacción.

También me dio por dejar huella en el lugar. Ya se sabe que, aunque no todos, cuando uno es joven se suele ser muy aficionado a rayar lo que sea con tal de dejar impreso tu nombre, tu nick, tu lema o tu frase preferida en cualquier sitio. HEAVY-ONDA era el mío, pero con la O convertida en un Jin-Jan

Y eso es lo que hice, minar el cuartel de reseñas, incluso hincando mi pequeña navajita albaceteña en la tabla de madera que quedaba justo bajo nuestros pies y que levantándola hacía de puerta abierta para descender por la escaleras de la garita más alta con nombre de añeja (Torrevieja), donde dejé un logo de LÄÄZ ROCKIT de unos 30 x 8 x 5 cm. (aprox.) escarbando y sacando pedazos de madera como cuñas. Vamos, al estilo pájaro carpintero. 

Intenté inmortalizar mi paso por allí y casi seguro que, aún tapadas, todavía perduran esas letras bajo la masilla y la pintura (si es que las taparon con masilla, las pintaron y son las mismas puertas, que es lo más probable visto lo visto). Las demás marcas dudo que sobreviviesen a alguna capa de pintura bien dada, pero esa última… tenía buen fondo.

Así que… ni el señor Pérez, ni el Metal, dejaron de acompañarme durante todo el servicio ni mi mente olvidó a quien, desafortunadamente, y por los caprichosos destinos de la vida, apartaron de mí lado: a mi amigo León. 



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2 comentarios:

  1. Bonito e interesante relato de "la puta mili", yo tuve suerte y la hice en la puerta del "Logos".

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    1. No se si será suerte, pero así no tienes aventuras de la "mili" para contar, no? jeje

      Un saludo figura \m/

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